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Breve reseña histórica del monasterio

Este Monasterio, lo fundó por testamento, otorgado en Valladolid el 16 de septiembre de 1307, doña Teresa Gil, infanta portuguesa de origen y vida no desvelados, de algún modo vinculada al rey don Dionís de Portugal, avecindada en Castilla, donde gozó del favor de Sancho el Bravo y de Fernando IV y acumuló gran hacienda. Después de una larga serie de mandas y legaciones, hace heredero universal al monasterio: Faculta a los testamentarios para que elijan el lugar donde ha de erigirse. Fue la reina María de Molina quien decidió, forzando a la expropiación de unos solares particulares necesarios para la obra del monasterio y regalando al mismo una vía pública. Los impedimentos continúan y Alfonso XI los ataja mandando lo dispuesto por su abuela doña Maria. El 28 de agosto de 1316 el arzobispo de Santiago y canciller del reino de León, D.Rodrigo, pone la primera piedra de la iglesia. Las obras fueron deprisa, pues ya estaba habitado en 1330, Alfonso XI, a petición de la priora y monjas, manda que éstas [cerquen sus pertenencias] . En 1345 las obras debían estar prácticamente terminadas y para cumplir la última voluntad de la fundadora, se traen sus restos desde Sto. Domingo de Zamora. Pedro I en 1351 recibe al monasterio bajo su guarda y encomienda, exime a todas sus heredades de pagar pechos. Su madre doña María les concederá el primer juro de maravedis. Enrique II [el de las Mercedes] les otorga un largo privilegio de exenciones: convento, heredades, bestias, rebaños, servidores, paniaguados, vasallos, solariegos... quedan eximidos de todos los tributos y obligaciones; sólo los servidores pagarán la moneda forera. Llega a "Sancti Spiritus" como priora una sobrina de aquél, la infanta doña Leonor de Castilla , hija del infante D. Sancho, conde de Alburquerque; en 1393 había profesado en Benavente, tal vez para lavar las culpas de una juventud relajada; de las crónicas de algunos libros de Becerro se infiere que el monasterio adquirió empaque y riquezas bajo su priorato: su hermana, la reina de igual nombre, esposa de Fernando el de Antequera, condesa Alburquerque, le concede 10.000 mrs. de juro para mantenimiento y más si fuera necesario, y su sobrino, Juan II, un total de 18.000 mrs. Enrique IV le otorga un juro de heredad de 10.000mrs. de renta anual y, para terminar, los Reyes Católicos le conceden otro de 12.000. Existe un documento que avala el poético relato popular en el que Isabel dice: esta camapana merece ser tañida con cordón de seda porque orientaron a la avanzadilla de su ejército cuando por sorpresa asaltó esta ciudad en la noche del 19 de septiembre de 1476. Entre tanto han profesado muchas mujeres nobles o llanas con cuyas dotes o herencias el monasterio se enriquece. Baste citar, entre las primeras, a las Sosa, Portocarrero, Acuña, Fonseca, hijas de otras tantas familias portuguesas asentadas en Toro a raíz de Aljubarrota, que acompañaron a la reina Beatriz en su retiro de "Sancti Spiritus"; entre las segundas es bien ilustrativa la herencia que trae doña Marina, hija única de Juan Rodríguez, bachiller en Leyes. Hacendadísimo y vecino de Dueñas. En el convento recaerá, incluso, algún mayorazgo, como el fundado por D. Garcí Alonso de Ulloa y Doña Guiomar de Sanabria, cuyos restos se contienen en un túmulo de la capilla mayor.

El último huésped ilustre fue la infanta doña Juana, hija de Carlos V, que vivió en esta comunidad entre 1550 y 1552, año en que, por poderes y ante la mirada del futuro Felipe II, se desposó en Toro con el príncipe D. Juan Manuel, heredero de Portugal.

Entra con cierto esplendor en la etapa renacentista; de ello nos dan testimonio las obras de arte y los préstamos que otorga el convento. Los bienes raíces que poseía el monasterio eran en verdad muchísimos; pero también es cierto que la mayor parte de las fincas estaban arrendadas o aforadas por cantidades insignificantes, los ingresos de censos y juros también se tornan inseguros y que, en definitiva, los precios aumentan a un ritmo más veloz que las rentas.

El siglo XVII no dejó nada bueno en el monumento.

En el segundo cuarto del siglo XIX la desamortización acaba con su hacienda y se inicia un largo período de desdichas para el monumento. Lo invaden los revolucionarios de 1868. Las monjas son confinadas en Zamora; queda desierto hasta que en 1871 viene a habitarlo la comunidad de las Concepcionistas.